sábado, 12 de enero de 2008

LA ECONOMÍA DE LAS GUERRAS

AUTOR: ARMANDO RAMO ANDRÉS


ÍNDICE

- ECONOMÍA DE GUERRA ( DEFINICIÓN)
-HISTORIA DE LA ECONOMÍA DE GUERRA
- ECONOMÍA EN CONFLICTOS BÉLICOS
- UN CLARO EJEMPLO, LA GUERRA DE IRAK
- LA GUERRA DE IRAK EN LA ACTUALIDAD
- PRIMERA GUERRA MUNDIAL
- OPINIÓN PERSONAL








ECONOMÍA DE GUERRA
Se denomina economía de guerra a la que se aplica en momentos históricos de fuertes convulsiones violentas, sean o no conflictos armados, o en periodos de extrema autosuficiencia y que tiene por objeto mantener el funcionamiento de las actividades económicas indispensables para un país, procurar el autoabastecimiento, desincentivar el consumo privado, garantizar la producción de alimentos y controlar la economía nacional desde el Estado.
Para muchos países no beligerantes y cercanos territorial o económicamente a una zona de conflicto armado, la economía de guerra representa una oportunidad de crecimiento y desarrollo al poder incrementar sus exportaciones a los beligerantes. En otros casos, la economía de guerra sustenta procesos de investigación y desarrollo tecnológico que mejoran la capacidad del país, sosteniéndose por algunos economistas que, en algunos casos, éste parece ser el origen real de algunos conflictos.

HISTORIA ECONOMÍA DE GUERRA

"Las guerras simplemente refuerzan las tendencias que ya
están en marcha", según Freedman
La mano visible de la guerra
El terrorismo tiene efectos paralizantes, pero los
conflictos armados estimulan la demanda
Las economías de mercado sufren periódicos espasmos
militares. El ataque sobre Nueva York es en el que ahora
estamos envueltos. El complejo militar-industrial ha
empezado a actuar. El último modelo del capitalismo, la nueva economía, se va a transformar.
Los mercados están alerta ante el proceso de creación-destrucción en marcha
Ganar la guerra. Salvar la economía. En cada conflicto, el miedo, la incertidumbre. Pero
mientras las opiniones públicas gritan, la gran máquina de la guerra se pone silenciosamente en
marcha. Los mercados, pasado el primer momento, también.
El ataque terrorista contra las Torres Gemelas se produjo en un momento económico muy
sensible. En los últimos diez años, el crecimiento, principalmente en EE.UU., pero también en
Europa, había tenido un ritmo sin precedentes y sostenido. Ese crecimiento se explicaba en un
25% por la economía de la información y la comunicación. En marzo del 2000 se evidenció que
el sector tecnológico necesitaba una reconversión. "El atentado va a acelerar el cambio que
precisaba, porque el sector público se lo va a tomar en serio", dice Jordi Vilaseca, director del
Observatorio de la Nueva Economía del IN3, en que trabaja el experto Manuel Castells "Sin el
golpe criminal, la economía habría tardado más tiempo en recuperarse", agrega Vilaseca.
Cuando el general Norman Schwarzkopf anunció la operación Tormenta del Desierto contra
Saddam Hussein en enero de 1991, el excéntrico comentarista bursátil estadounidense Joe
Granville aseguró que "las guerras cotizan al alza". Schwarzkopf arrasó. Granville también. Al
cabo de medio año, Wall Street se rehízo de las caídas de los meses anteriores e inició una
carrera alcista que duraría hasta abril del 2000. La economía no tardó mucho en seguir.
Desde la Segunda Guerra Mundial, pasando por Corea, Vietnam y las Malvinas, "no hay caso
de una guerra que haya acabado en recesión", dice Bridgett Rosewell, uno de los sabios que
asesoraban al Gobierno británico de Major .
Y el "boom" bélico es sólo el principio. El ataque japonés contra Pearl Harbor en diciembre de
1941 auguró el fin, seis meses después, del largo mercado bajista iniciado 13 años antes con el
"crash" de Wall Street y, luego, la fuerte expansión de la economía estadounidense. Si se
remonta más atrás. el fin de las guerras napoleónicas a primeros del siglo XIX marcaron el
principio de un periodo de expansión y libre comercio, la primera ola de globalización.
¿Por qué ? El gasto militar estimula la demanda a corto plazo y la innovación tecnológica a
largo. Tras el conflicto hay un optimismo de posguerra (al menos para los vencedores) que
impulsa las economías. "Las guerras crean una demanda de todo tipo de productos, da empleo a
El gasto militar estimula la
demanda a corto plazo y la
innovación tecnológica a largo. Según algunos, en la coyuntura actual, de fuerte desaceleración global, un estímulo a la
demanda parece ser la receta. El aumento en gasto de defensa y seguridad y un paquete de
medidas fiscales anunciadas por Bush podría servir de escudo contra la recesión, dicen algunos
economistas. Otros discrepan. "El gasto militar a veces impulsa la demanda. Pero ésta no es una
guerra de este tipo", dice Jeffrey Sachs, de la Universidad de Harvard. "Aquí la Segunda
Guerra Mundial no es un modelo relevante", añade. Los efectos van a ser recesivos, diceSachs,
a medida que la amenaza terrorista paraliza los planes de gasto de empresarios y consumidores
en EE.UU. y el resto del mundo .
El terrorismo puede ser más peligroso para la economía que la guerra. El mundo era hasta ahora
confiado. Puede que deje de serlo. El grado de confianza es uno de los factores que explica el
diferente nivel de desarrollo de los países, ha explicado Francis Fukuyama. En esta ocasión, el
escenario político tampoco es sencillo, "Si detienen a Bin Laden y le procesan, habrá grandes
movimientos en los países islámicos para su liberación. Si lo matan, Estados Unidos aparecerá
como una potencia asesina y desatará una cadena de atentados", dice Gabriel Tortella,
catedrático de la Universidad de Alcalá. Este escenario podría extenderse de forma sincopada
según se amplía el campo de batalla en la lucha antiterrorista.
En el lado positivo, está que "Estados Unidos y Europa van a forzar a israelíes y palestinos a
firmar la paz, dada la incapacidad de ambos para alcanzar un acuerdo", según Antonio
Garrigues Walker. El fin de este conflicto tendría un efecto estructural sobre la economía
global. Sin embargo, las economías de guerra necesitan de grandes timoneros y éstos escasean.
John Maynard Keynes tomó las riendas de la economía británica durante la Segunda Guerra
Mundial y evitó lo que él calificó como "los males sociales de la inflación". Otros no lo
consiguieron. Durante la guerra de Vietnam la inflación se disparó del 1,3% en 1963 al 6% en
1970 y puso fin a la llamada era de oro keynesiana de crecimiento sin inflación. Muchos se
preguntan si Bush sabrá evitar el mismo problema.
"Las guerras son inflacionistas. Siempre conducen al despilfarro. Es el coste sin el ingreso, la
destrucción financiada por el crédito", advierte James Grant, editor de Grant's Inetrests Rate
Observer. Lawrence Freedman, de King's College, duda de si las guerras realmente evitan las
recesiones. "Las guerras simplemente refuerzan las tendencias que ya están en marcha", dice.
Por eso, añade, "estamos a punto de pasar por un momento muy difícil".
A más largo plazo queda el gran debate sobre el gasto militar y la innovación. Dada la crisis de
la alta tecnología, el nuevo presupuesto de defensa por valor de 343.000 millones de dólares
aprobado la semana pasada en EE.UU. vendrá de perlas al sector tecnológico. El desplome de
las Torres Gemelas ya ha resultado un caso de "destrucción creativa" para empresas maltrechas
como Lucent Technologies, que empieza a recibir pedidos para reconstruir las redes destruidas
en el World Trade Center. En Internet también "el paso de los logros en I+D militar a los usos
convencionales se acelerará", afirma Vilaseca.El llamado complejo militar-industrial tiene un
papel crucial dados sus vínculos con el sector privado. "IBM nació militar. Ahora desarrolla
una parte significativa de la tecnología militar, con grandes ayudas públicas. Esas ayudas
crecerán y veremos cómo deja atrás al grupo que acaban de formar con su fusión Compaq y
Hewlett Packard, que desafiaba su primacía", dice Vilaseca.
No cabe duda de que la relación íntima entre el Estado y los fabricantes de armas dio lugar a
una serie de innovaciones tecnológicas clave, entre ellas Internet. Pero la desviación de
recursos, principalmente la masa gris de miles de científicos e ingenieros para suministrar los
laboratorios de la economía de guerra (caliente o fría) hicieron mucho daño a la competitividad
de Estados Unidos, advierte Lloyd Dumas, de la Universidad de Tejas, autor del libro "Lethal
arrogance".
"El "sorpasso" de Japón y Alemania en el ranking de competitividad es consecuencia directa de
que no gastaban tanto en defensa", dice Dumas, quien compara el gasto militar a "una dosis de
heroína; el efecto inmediato resuelve el problema, pero a largo plazo destruye el organismo".
Tras la Segunda Guerra Mundial hubo buenas intenciones. Grandes empresas como General
Motors, General Electric o ATT volvieron a actividades civiles. "Parecía que el Pentágono iba a
convertirse en un hospital", dice Dumas. Cuando estalló la guerra de Corea, "los líderes
empresariales incluso se quejaron: ¿Cómo vamos a cambiar la producción otra vez?"
protestaban. Desde aquel momento la economía de guerra se hizo permanente. Las fronteras
son borrosas. Y cuando los conflictos estallan los complejos militares alcanzan su máximo
potencial.


ECONOMÍA EN CONFLICTOS BÉLICOS
La guerra es un factor muy importante para la economía, pero como se deduce, es un factor negativo y tiene muchas consecuencias, aparte de lo que se ve a primera vista. Indudablemente, hay muertos, se destruyen ciudades, pero otras consecuencias son la subida del petróleo, lo que hace bajar a la bolsa de valores, se incrementan los precios de los productos, etc. Lo lamentable, es que mucha gente que no sufre la guerra está aburrida de verla en los telediarios, en la prensa, pero no nos damos cuenta de nada de esto. Este texto es para conocer la guerra más de lo que , por desgracia, la conocemos. Hoy día ya no cabe ninguna duda de que los procesos económicos son en gran medida determinantes de los conflictos bélicos.
Y es obvio también que la propia guerra es una actividad económica, un “bussiness” ordinario de la vida de los que decía Alfred Marshall que se ocupa la economía. Requiere grandes inversiones, mucha fuerza de trabajo, industrias de vanguardia, financiación a largo plazo… La guerra no se improvisa, sino que necesita una planificación milimetrada que implica gestión económica especializada y recursos materiales tan gigantescoscomo firme sea la voluntad de victoria. Como decía Napoleón, la guerra es “dinero, dinero y dinero”. Sabemos que, casi siempre, la guerra es inflacionaria porque implica el fortalecimiento de industrias de demanda asegurada que tienen capacidad para subir los precios de sus productos. Al mismo tiempo, genera un aumento de la actividad económica pero, al estar ligada a sectores de menor efecto multiplicador, realmente improductivos y con menos capacidad de creación de riqueza efectiva, a la postre deprime la vida económica. Lo que tiene que ver, a su vez, con la destrucción que siempre conlleva y con la derivación de las inversiones hacia los activos más seguros pero improductivos. como firme sea la voluntad de victoria. Como decía Napoleón, la guerra es “dinero, dinero y dinero”.
Sabemos que, casi siempre, la guerra es inflacionaria porque implica el fortalecimiento de industrias de demanda asegurada que tienen capacidad para subir los precios de sus productos. Al mismo tiempo, genera un aumento de la actividad económica pero, al estar ligada a sectores de menor efecto multiplicador, realmente improductivos y con menos capacidad de creación de riqueza efectiva, a la postre deprime la vida económica. Lo que tiene que ver, a su vez, con la destrucción que siempre conlleva y con la derivación de las inversiones hacia los activos más seguros pero improductivos.
La guerra constituye un derrame permanente, una fuga de recursos hacia la destrucción –que es lo que en sí mismo significa- que dejan de ir a los destinos que tienen que ver con las auténticas necesidades humanas.
La guerra tiene costes explícitos que están vinculados a la destrucción, a la obtención del armamento y de todo lo que es necesario para llevarla a cabo y también derivados de las nuevas condiciones productivas que genera. Pero además lleva consigo coste implícitos que los economistas llaman costes de oportunidad y que son los que equivalen a la renuncia a conseguir otros objetivos alternativos. Se quiera o no, lo que gastamos en preparar la guerra o en hacerla, no podemos dedicarlo a construir la paz y a satisfacer nuestras necesidades.
Tradicionalmente, cuando se hablaba de las relaciones entre la guerra y la economía se trataba de computar estos diferentes costes y compararlos, si es que los hubiera, con sus beneficios.
Pero actualmente la naturaleza de la guerra ha cambiado y, por tanto, también cambian las relaciones entre ella y la economía.
En primer lugar, la guerra de nuestros días no afecta sólo o principalmente a los aparatos militares sino que se desencadena y es sufrida por la sociedad civil, por las personas normales y corrientes y por las infraestructuras que no están directamente vinculadas a objetivos militares. Eso significa que sus costes se multiplican cuantitativa y cualitativamente, aumentando de manera extraordinaria el efecto económicamente destructor a medio y largo plazo. Hoy día, la guerra desvertebra mucho más que nunca a las economías que la sufren, en cualquiera de sus manifestaciones.
Además, la guerra actual tiene las características de red de casi todos los fenómenos contemporáneos. También la guerra se globaliza y sus daños y efectos de todo tipo se extienden en mayor medida, de manera transversal y sin circunscribirse a espacios y dimensiones sociales localizados.
Finalmente, me parece que la guerra comienza a ser un fenómeno mucho más disipado que deja de ser un momento de conflicto para convertirse en un estado permanente de violencia.
¿Puede decirse que ha terminado la guerra en Irak cuando las tropas de Estados Unidos han sufrido sólo en agosto una media de sesenta ataques diarios, 66 bajas mortales y las de más de mil soldados heridos en esas acciones?
Los conflictos armados, declarados o no, constituyen hoy la principal anotación de la agenda internacional creando un permanente clima de inseguridad e incertidumbre, de agresión, de destrucción y de muerte que afecta de una forma nueva y mucho más dañina a las relaciones económicas.
En realidad, lo que sucede hoy día es que la guerra no es solamente el enfrentamiento convencional de otros tiempos sino la violencia estructural y continuada. No solamente la que se lleva a cabo a través de los batallones disciplinados de los ejércitos nacionales sino la que envuelve casi a ciudades enteras. Y es desde este punto de vista que las relaciones económicas están adquiriendo una dimensión también nueva en su relación con la guerra.
Cuando el mundo se despierta cada vez más a menudo conmocionado por el impacto de destrozos inhumanos, del terrorismo más sanguinario o de guerras declaradas, o escondidas o innominadas, la economía se muestra como más directamente generadora que nunca de las condiciones que, casi inexcusablemente, no pueden dar lugar sino a la violencia.
Son las condiciones económicas establecidas por los más poderosos las que provocan la desigualdad lacerante, el sufrimiento innecesario, las asimetrías terribles e injustas que despiertan el odio y la sed de rescate, las que desencadenan el ansia de venganza y con ella la violencia.
No es de ninguna manera casual que las mayores potencias económicas sean las que salvaguardan su poder mediante los ejércitos mejor dotados y financiados.
A nuestro alrededor las cifras muestran sin género de dudas la distancia de hay entre el bienestar de los poderosos y el sufrimiento de los empobrecidos. Son diferencias que provoca el que la economía mundial funciona mediante una especie de efecto aspiradora que hace que los recursos terminen siempre por fluir hacia los más ricos. Un efecto que es el resultado, entre otras circunstancias, de reglas internacionales injustas que favorecen a los poderosos y de políticas impuestas a los países a pesar de que son contrarias a sus intereses, como la experiencia termina por demostrar.
Eso es lo que da lugar a la increíble paradoja de nuestro tiempo: son los países más pobres del planeta los que financian a los más ricos, trasladando hacia estos últimos, como devolución de la deuda, en fugas de capital o expatriación de beneficios, un flujo anual de recursos mucho mayor que el que reciben no sólo en forma de ayuda.
Estados Unidos se impone como una nación indispensable, como el núcleo de donde han de partir las decisiones y las reglas económicas que los demás han de obedecer. Con el 5% de la población mundial consume casi el 50% del total mundial de gasolina y se apropia también de la mitad de la riqueza que se produce en el mundo. Crea así un dominio imperial que no todo el resto del mundo está dispuesto a aceptar cuando se traduce en injusticias, en sufrimiento, en miseria y en desigualdad creciente.
La consecuencia es el mundo asimétrico en el que vivimos, en donde el 1% más rico disfruta del 57% de los ingresos mientras que al 80% más pobre sólo le corresponde el 16% de la riqueza.
Esas son las condiciones en las que, queramos o no, está surgiendo un clima generalizado de violencia.
La respuesta dominante es, sin embargo, la de apretar el acelerador de las reformas que fortalecen el mercado, reducir los gastos sociales, disminuir la protección de los excluidos y fomentar el trabajo que envilece y lleva directamente a la pobreza y a la exclusión a cientos de millones de familias en todo el planeta. Es decir, una auténtica economía de guerra en la medida en que crea la violencia de la necesidad.
Combatir a la violencia en cualquiera de sus formas significa construir decentemente la paz, no limitarse a destruir al enemigo que uno mismo ha creado. Y la paz requiere necesariamente otro tipo de relaciones económicas basadas en la igualdad y en el reparto para poder erradicar la miseria y poder dedicar los recursos necesarios, aunque sea a costa del privilegio de los más ricos, a satisfacer las necesidades de todos los seres humanos sin exclusión







GUERRA DE IRAK
Al Congreso de Estados Unidos ya se le pidió un presupuesto de US$187.000 millones para la invasión y posterior reconstrucción de Irak. Parece mucha plata, pero la verdadera cuestión es si esa cantidad estará cerca de ser suficiente.
El gobierno de Bush tenía muy clara la necesidad de invadir Irak, a pesar de que algunas de sus razones parecen ahora menos convincentes.
Pero no fue tan claro sobre el alcance del costo de la operación militar para derrocar el régimen de Saddam.
Todavía hay más preguntas en cuanto al monto final de la reconstrucción de la economía y la sociedad civil en Irak.
Cálculos recientes, recogidos de varias fuentes, sugieren que el costo directo final de la guerra y la reconstrucción podría fácilmente alcanzar los US$600.000 millones.
Esta cantidad podría doblarse si se pudiesen calcular los costos indirectos de la guerra por pérdidas de rendimiento económico.
Cálculos generales
Claramente, para los defensores de la guerra el gasto no ha sido una preocupación central. Sin embargo, la guerra y el consiguiente periodo de posguerra podrían tener un efecto significativo en el creciente déficit del presupuesto del gobierno estadounidense, y por tanto, en potencia, podría afectar a la economía del país.
De momento el gobierno de Bush ya ha tenido que pedir durante este año fiscal US$25.000 millones adicionales para operaciones militares, aumentando así el déficit presupuestario.
Y todavía no ha hecho su petición complementaria para el año fiscal próximo, que empieza el primero de octubre. Se prevé que pida entre US$80.000 y 100.000 millones tras las elecciones presidenciales .
Costos militares
Según la oficina de presupuesto del Congreso, una entidad imparcial establecida por el poder ejecutivo de EE.UU., la guerra y la ocupación de Irak con 130.000 soldados estadounidenses cuesta entre US$ 4.000 y 5.000 millones al mes, o entre 48.000 y 60.000 millones al año.
Teniendo en cuenta eventos recientes, muchos expertos ahora creen que podría ser necesario mantener un número de soldados de esta magnitud durante los próximos 3 a 5 años, en contraste con planes prematuros para reducir este año la cantidad de soldados a menos de 100.000.
Ello significaría que, sólo en gastos militares, la cifra alcanza de los US$ 300.000 a los 600.000 millones, dependiendo de con qué rapidez EE.UU. podría formar y equipar a una fuerza de seguridad iraquí de confianza.
Es improbable que otros países de la OTAN quieran o puedan asumir la carga de la ocupación de Irak.
El fracaso de la reconstrucción
Mientras continúan aumentan los costos militares, no se gasta el dinero asignado para la reconstrucción de Irak. Según la Coalición de la Autoridad Provisional (CPA), sólo se han gastado US$ 2.770 millones de los 18.400 asignados por el Congreso estadounidense para la reconstrucción del país.
Además, es probable que otros países hayan gastado en la reconstrucción de Irak menos de lo que prometieron el pasado octubre en Madrid, cuando se comprometieron a dar un total de US$14.000 millones en concesiones y préstamos.
El proceso de gasto en reconstrucción es lento porque, como el Banco Mundial reconoce, todavía no existe una infraestructura institucional que use el dinero con eficacia.
La precaria situación de seguridad también está causando demoras.
Además, tanto la CPA como el Pentágono han sido criticados por tardar en organizar procesos abiertos de oferta de contratos para la reconstrucción.
Petróleo y reconstrucción
A largo plazo, es probable que la reconstrucción de Irak cueste mucho más de los US$33.000 millones que asignó occidente, o los 55.000 millones que calculó el Banco Mundial.
Un cantidad importante de dinero , quizás tanto como US$50.000 millones, se necesita para el desarrollo de nuevos yacimientos petrolíferos en Irak, que en potencia, podrían doblar la producción de crudo del país de 3 a 6 millones de barriles por día. Pero ello requeriría una inversión a largo plazo por parte de compañías petrolíferas occidentales, para lo que se necesitaría más estabilidad política que la que ahora existe.
Una vez desarrollados los nuevos yacimientos petrolíferos, se necesitarían de 5 a 10 años, Irak podría permitirse pagar por su propia reconstrucción.
Pero hasta entonces, los beneficios que en la actualidad Irak obtiene del petróleo apenas cubren los gastos de funcionamiento de su gobierno.
Aumentando el déficit
El gobierno de Bush ha optado por financiar la guerra con apropiaciones suplementarias de emergencia, fuera de presupuesto, en lugar de incluir los gastos en Irak en el presupuesto enviado al Congreso.
Ello significa que los gastos bélicos no figuran formalmente como parte del futuro déficit presupuestario.
A largo plazo, un déficit presupuestario permanente podría llevar a tasas de interés más altas y menor crecimiento económico en los EE.UU., con consecuencias en el resto del mundo.
Según William Nordhaus, catedrático de economía en la Universidad de Yale, estos costos son "una carga significativa para el presupuesto federal".
"El gobierno de Bush está amontonando gastos que tendrán que pagarse en el futuro".
"La irresponsabilidad fiscal es realmente abrumadora".



Sobre el tema de la guerra de Irak, he realizado una encuesta a distinta gente que conozco.
La pregunta consistía en:
Según tu opinión, ¿ las guerras producen pérdidas o beneficios ?
Los resultados han sido:
- Un 60% de los encuestados han respondido que pérdidas ( 6 de 10 encuestados)
- Un 40% de los encuestados afirma que beneficios ( 4 de 10 encuestdos)


GUERRA DE IRAK EN LA ACTUALIDAD

La economía y la situación en Iraq centraron el último discurso sobre el Estado de la Unión que el presidente George W. Bush pronunció ayer ante las dos cámaras del Congreso americano.

El gobernante aprovechó su alocución para insistir en la necesidad de poner en marcha, cuanto antes y de la manera más amplia posible, el plan de estímulo económico con el que la Casa Blanca y el Congreso pretenden alejar los aires de recesión.

Igualmente, insistió en los progresos que se han realizado en Iraq y trató de demostrar que lo que su equipo ha venido diciendo estos últimos años -fundamentalmente que "se necesita tiempo" para lograr avances- era cierto.

La situación en Iraq parece ahora estar ahora más controlada de lo que ha estado nunca y el presidente subrayó que va a dejar a su sucesor un Iraq más estable.

Destacó asimismo cómo la estrategia desarrollada contra la insurgencia en ese país ha conseguido reducir los ataques cerca de un 60 por ciento.

Pero aun así, insistió en que el año que tenemos por delante no va a ser fácil en Iraq, algo que los demócratas tienen muy claro.

Sin embargo, por primera vez desde que empezó la guerra, hace casi cinco años, los estadounidenses no tienen la guerra en Iraq como su prioridad, aunque según los sondeos, la gran mayoría sigue pensando que fue un error y dan a Bush poca credibilidad por su política en este terreno.

Ahora, según la última encuesta del diario The Washington Post y la cadena de televisión estadounidense ABC, la preocupación por la coyuntura económica que vive EEUU ha superado en el sentir popular la que existe por la situación en Iraq.

Según este sondeo, el 29 por ciento pone a la economía como el principal problema del país, mientras que un 20 por ciento piensa que es Iraq.

Sea lo que sea lo que más preocupa al ciudadano de a pie y la "nota" que esta encuesta concede a Bush lo refleja claramente: sólo el 32 por ciento de los estadounidenses aprueba su gestión, el peor índice de todo su mandato.














1ª GUERRA MUNDIAL

Gasto militar: deuda pública e inflación


Cartel propagandístico en favor de la emisión de deuda pública
La preparación del conflicto bélico y, especialmente, su ejecución, suponen un incremento de las necesidades militares. Para hacer frente a estos gastos extraordinarios, no era suficiente recortar el gasto social: la gran mayoría de los gobiernos se endeudaron fuertemente, hasta extremos insospechados hasta entonces, y se generaron fuertes presiones inflacionistas.
El tejido productivo se orientó a la producción de armamento, de forma que los bienes de consumo empezaron a ser escasos. Todo tuvo un impacto muy negativo sobre los estratos más pobres de la sociedad, causando numerosas revueltas como la Revolución Rusa.
Movilización de la mano de obra masculina: llegada de la mujer al mundo laboral
La necesidad de soldados, así como su muerte masiva, estaban dejando sin mano de obra a una industria en plena expansión. Este hecho supuso una de las claves de la escasez de productos, pero al mismo tiempo abrió las puertas de los mercados laborales en sectores de la sociedad hasta entonces excluidos de este mundo.
Especialmente revolucionario fue la aparición de la mujer en la industria pesada, llegando a suponer por ejemplo más del 40% de los trabajadores metalúrgicos, cosa que favoreció una gran expansión del movimiento feminista. Millones de mujeres comprobaron en primera persona que estaban perfectamente capacitadas para realizar las mismas tareas que un hombre: desde trabajos mecánicos y repetitivos hasta la dirección de importantes empresas.
Avance técnico
La Primera Guerra Mundial es famosa por ser la primera vez en que la humanidad puso en marcha toda la maquinaria industrial para su propia destrucción. Los avances tecnológicos de la Revolución Industrial convirtieron el conflicto en una auténtica carnicería, donde se combinaron tácticas totalmente anticuadas con artilugios de muerte masiva.
Este hecho puso de manifiesto que la superioridad técnica era más importante que la numérica, y se destinaron grandes cantidades de dinero a la investigación y desarrollo de todo tipo de armas. Fruto de eso, avanzó notablemente la industria química, que una vez firmados los tratados contra el uso de armas químicas se especializó en pesticidas. Destaca especialmente el impulso que recibió la aviación, con las primeras grandes batallas aéreas.
Las necesidades de la guerra introdujeron definitivamente las técnicas de producción en serie en Europa, así como otras numerosas mejoras en las técnicas organizativas de la industria.
Además todo esto ayudó al desarrollo de la publicidad y la rápida expansión del cartel publicitario y propagandístico como medio indispensable de comunicación.
Destrucción del tejido productivo Europeo, expansión del Norteamericano
La reducción de la importancia del factor humano supone un crecimiento de la industria militar. Los grandes gastos de la guerra supusieron un desplazamiento adicional de la industria civil hacia la militar. Aunque en un principio las tensiones inflacionistas ayudaron a una rápida expansión industrial, las fábricas pronto se convirtieron en un objetivo estratégico por destruir al adversario.
También sufrió las consecuencias de la guerra el mundo rural, especialmente en una franja de unos pocos kilómetros de ancho en Francia, donde se concentraron la gran mayoría de los combates. El uso de agentes químicos, así como el peligro que suponían las bombas sin estallar y otros restos de guerra, tuvieron como consecuencia una importante reducción de la superficie que se podía dedicar a la agricultura.
Obviamente, a los EE.UU. los efectos negativos no le llegaron, ya que no se produjo ningún combate en sus tierras. Al contrario: la creciente demanda de una Europa en guerra facilitaron una impresionante expansión de la producción en todos los ámbitos. Aunque el final de las hostilidades supusieron una importante crisis económica, los EE.UU. se alzaron como primera potencia mundial: antes de la guerra, más de la mitad del PIB mundial era europeo; después de la Segunda Guerra Mundial, lo era de los Estados Unidos.
Hundimiento del Patrón Oro
Tal vez la consecuencia económica que más diferencia la Primera Guerra Mundial de otras guerras fue la destrucción del sistema de pago internacional conocido como Patrón Oro. Éste se caracteriza por utilizar el oro para liquidar las transacciones y deudas internacionales, como «valor estándar» con el cual las diferentes naciones fijaban la paridad de su moneda.
Durante la guerra, las potencias europeas tuvieron que importar grandes cantidades de armamento, y obviamente eso supuso la desaparición casi total de este metal en los países beligerantes. Por el contrario, los países neutrales, exportadores netos de armamento, tenían un gran exceso, que era peligroso poner en circulación sin caer en procesos hiperinflacionarios. Éstos fueron principalmente los Estados Unidos de América y España.
En estas circunstancias, restaurar este sistema de pago resultaba inviable: los bancos centrales de algunos países no disponían de reservas suficientes como para realizar pagos internacionales, mientras que otros tenían en exceso, pero que no podían aplicar la lógica seguida del tipo de interés.
En consecuencia, se abandonó esta práctica. En muchos países, se empezó a utilizar dinero fiduciario, es decir, sin más tipo de respaldo que la confianza. La falta de conocimientos sobre este sistema monetario, así como la facilidad con la que era posible producir más moneda para el Estado, llevaron a las grandes hiperinflaciones de los años 20, principalmente en Alemania y Austria.
A nivel internacional, la falta de un sistema estable de pagos perjudicó fuertemente el comercio, a pesar de que la libra esterlina se mantuvo como moneda de referencia, con una progresiva tendencia hacia el dólar.
A finales de los años 20, se intentó recuperar este sistema, pero errores en la fijación de la paridad de la libra esterlina vaciaron pronto las reservas británicas otro pico, y propiciaron el Crack de 1929 en la bolsa de Nueva York. Este hecho fue determinante para la llegada de la Gran Depresión y el fracaso definitivo del patrón oro.
Reestructuración de fronteras y mercados
El final de la Primera Guerra Mundial supuso cambios importantes en las fronteras de los países, con sus lógicas implicaciones económicas.
Por una parte, las potencias victoriosas ampliaron sus territorios y, con ellos, su acceso a materias primas. Por otra, el Imperio Alemán perdió una gran parte, quedando además separado de Königsberg (Kaliningrado) por el único acceso al mar que tenía Polonia.
El Imperio Austrohúngaro se disolvió en una gran cantidad de países independientes, los cuales tuvieron serios problemas ya que su estructura económica e infraestructuras estaban orientadas hacia Viena, un mercado ahora cerrado. Eso les dejó en una situación de estancamiento y crisis, con grandes gastos de reconversión industrial. Lo mismo pasó con las repúblicas que se independizaron del Imperio Ruso.
Algunos países que estaban divididos entre dos grandes imperios se encontraron paradójicamente con infraestructuras inconexas, como por ejemplo vías de ferrocarril con dos anchuras diferentes (Yugoslavia). Eso también se refleja en su estructura productiva.
Esta situación de crisis en el Este propició el ascenso de regímenes totalitarios, que participarían activamente en la Segunda Guerra Mundial













OPINIÓN PERSONAL





El texto lo he fundamentado en varios textos encontrados en Internet sobre la economía de las guerras y después he hablado sobre la guerra de Irak desde un punto de mira económico.
Las páginas web de las que he sacado información son:
- Wikipedia
- Un texto sobre el tema de el autor Juan Torres López(catedrático de economía política)
-Texto económico del periódico ´la vanguardia.
- BBCmundo.com
La idea principal del texto es expresar el daño que hacen las guerras a las poblaciones, sobre todo a las del Tercer Mundo, centrándose en la economía.
Aunque no queramos las guerras van a seguir y aquí hablo sobre sus efectos, siempre negativos, por mucho que de vez en cuando se diga lo contrario.
Los países se gastan miles de millones de dólares en las guerras y a eso hay que sumar los muertos.
He hablado, para poner ejemplos, de la guerra de Irak, que es la más reciente y la que conocemos todos.

Para ayudar a entender el texto he añadido vocabulario en el que se pone el significado de tres palabras que aparecen en el texto:
- Déficit: parte que falta para levantar las cargas del Estado, reunidas todas las cantidades destinadas a cubrirlas.
-Bussiness: negocios.
-Coalición de la Autoridad Provisional ( CPA):
fue establecida como gobierno transitorio tras la invasión de Iraq por parte de los Estados Unidos, Reino Unido y otros miembros de la coalición multinacional creada para deponer el gobierno de Saddam Hussein en 2003.
- Beligerantes: potencias que están en guerras.
- Fiduciario: Que depende del crédito y confianza que merezca.
- Alocución: Discurso o razonamiento breve por lo común y dirigido por un superior a sus inferiores, secuaces o súbditos.